La calma tensa en la formación de extrema izquierda Podemos se ha quebrado bruscamente en éstas últimas semanas. A pesar del intento de mantener una imagen de unidad ficticia ya nadie ignora que Pablo Iglesias se ha lanzado en una carrera para reafirmar su liderazgo en la formación populista.

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Muestra de ello ha sido la destitución de Sergio Pascual que fue hasta hace poco la mano derecha de Íñigo Errejón y la dimisión de numerosos cargos de gran importancia en Madrid próximos también a este.

Iglesias intenta así atajar tanto la crisis de organización como las vacilaciones con respecto la supuesta política de pactos. Recordemos que actualmente Cataluña, Galicia y País Vasco se encuentran bajo gestora por la purga interna que decidieron hacer la dirección central.

Tal es la magnitud de la crisis en algunos territorios que como en el caso de Cataluña la formación se encuentra al borde de la escisión debido a la intención de Ada Colau de formar un partido independiente el cual no se sabe que encaje tendrá si es que finalmente lo tiene dentro de la formación morada.

Lo que si parece haber acabado es la etapa en que Podemos aparentaba ser un partido asambleario y de participación igualitaria, muestra de ello es el control cada vez más ferreo de los barones territoriales y la destitución de diversos "barones" locales que no son afines al aparato estatal.

El hecho más constatable de esta crisis de Podemos es que aunque el partido quiere dar imagen de aparente unidad, el mismo Iglesias al que el subconsciente le ha traicionado ha dicho que no quiere "facciones" dentro del partido y ha tenido que admitir "discrepancias".